El concepto de glándula se puede abordar desde la Botánica (para aludir al órgano propio de los vegetales que se encarga de la producción de secreciones) o desde la Anatomía (para hacer alusión al órgano del ser humano que genera secreciones que pueden esparcirse por las mucosas, la piel o la sangre).
Hay una amplia variedad de glándulas, cada una con una localización y función concreta.
Las glándulas endocrinas, por ejemplo, son un conjunto de piezas que generan hormonas y las vierten a los capilares sanguíneos de manera directa. La glándula tiroides (clasificada por los expertos en la materia como una glándula neuroendocrina que se ubica sobre la tráquea, bajo la llamada nuez de Adán), las glándulas suprarrenales (situadas sobre los riñones, se encargan de regular las reacciones frente al estrés) y la glándula pineal (genera melatonina, se encuentra en el cerebro de los seres vertebrados) son parte del sistema endocrino.
Las glándulas exocrinas, por su parte, vierten las secreciones que generan fuera del organismo o las dirigen hacia el tubo digestivo. Las glándulas lagrimales, las glándulas mamarias, las glándulas bulbouretrales, la glándula sebácea, la glándula salival y la glándula sudorípara (hay sudoríparas apocrinas y sudoríparas ecrinas) integran este grupo. En relación a las glándulas exocrinas (que también se definen como abiertas) hay que señalar que, de acuerdo al método para verter sus secreciones, se las subdivide en holocrinas, merocrinas y apocrinas.
Hay un tercer grupo, el de las glándulas mixtas que tienen la particularidad de secretar fluidos tanto al conducto sanguíneo como al exterior del cuerpo.