Se describe como suavizante a todo aquello que, gracias a su fórmula y componentes químicos, vuelve más suave a un objeto o elemento. Este concepto, como se deduce de la vida cotidiana, está muy relacionado al ámbito de la limpieza y a la industria cosmética ya que hay productos desarrollados para lavar la ropa sin dañar las telas y para mantener hidratado, con brillo y con aspecto sedoso a nuestro cabello.
Hoy en día, hay una gran variedad de suavizantes textiles que difieren entre sí por marca, precio, aroma, presentación y otras particularidades, pero si se desea ahorrar o evitar por alguna razón la compra de estos artículos en un mercado (donde se ofrecen desde suavizantes orgánicos y suavizantes hipoalergénicos hasta suavizantes concentrados que prometen un proceso de planchado fácil, por describir algunas opciones), existe la posibilidad de hacer un suavizante casero para conservar los colores y extender la vida útil de toda clase de prendas. Vinagre, agua, bicarbonato de sodio y unas gotas de esencia para perfumar son parte de los materiales que se necesitan para hacer, en pocos pasos y de modo sencillo, un rico, económico y útil suavizante para telas.
Algo similar ocurre con los suavizantes para el pelo. Se trata de cremas que buscan mejorar la flexibilidad y darle suavidad al cabello, cualquiera sea el corte o el largo que uno luzca.
Asimismo, existen cremas con efecto suavizante que permiten exfoliar y humectar la piel para no tener, por ejemplo, las manos ásperas, agrietadas por las condiciones meteorológicas o resecas.