Todo aquello que es macizo, posee una estructura fuerte y se puede manipular con firmeza se define como sólido. Esta palabra, indica la Real Academia Española (RAE) en su diccionario, proviene del vocablo en latín solĭdus. Además de funcionar como adjetivo en múltiples circunstancias, la noción identifica a los cuerpos geométricos y a una moneda de oro que solía tener, para los antiguos romanos, una equivalencia de 25 denarios de oro.
De poner el foco en los usos que se le da a este concepto en la Geometría, podremos saber en qué consisten los ángulos sólidos (expresión que refiere a las dos partes del espacio que quedan definidas por una superficie cónica), así como al centrar nuestra atención en los campos de la Física y la Química tendremos la posibilidad de saber que una disolución sólida es aquella que surge al lograr, con al menos un par de sustancias, una mezcla homogénea y consistente. De igual modo, podremos aprender las particularidades de los sólidos atómicos, los sólidos moleculares, los sólidos iónicos y los sólidos metálicos.
Cabe resaltar por otra parte que, al ser un estado de la materia, varios productos pueden tener una apariencia sólida de manera temporal, tal como sucede al congelar agua: así, de su estado líquido natural, el agua se transforma en un cubo sólido que, a temperatura ambiente o al ser expuesto al calor, se derrite. Una barra de chocolate, asimismo, puede permanecer en estado sólido hasta que, por efecto de la temperatura de una taza de leche caliente o de un baño de María, queda derretida.