A lo largo de la vida, los seres vivos pueden llegar a padecer por múltiples razones una gran cantidad de infecciones que, de no ser combatidas a tiempo, tienen consecuencias mortales.
Cuando la infección, señalan los médicos, es generalizada y se advierten toxinas o microorganismos patógenos en el torrente sanguíneo, se hace alusión a un cuadro de septicemia.
La infección urinaria, por su parte, se diagnostica al detectar gérmenes en la zona de la próstata, uretra, vejiga o riñón por medio del examen de orina. Por lo general, la administración de antibióticos es suficiente para revertir el cuadro. Cabe destacar que las mujeres pueden padecer infecciones vaginales si se altera la flora vaginal y, por lo tanto, se desequilibra el pH, así como además están expuestas a las infecciones puerperales durante los días siguientes al parto.
Puede ocurrir también que un paciente internado en un centro médico contraiga una infección intrahospitalaria o nosocomial a raíz de falta de higiene, esterilización y de seguridad en los tratamientos y elementos en contacto con el enfermo.
Las infecciones micóticas (frecuentes en los pies), las infecciones de transmisión sexual (como la gonorrea y la sífilis), las infecciones del oído, las infecciones cutáneas de origen bacteriano, las infecciones polimicrobianas de carácter mixto, las infecciones gastrointestinales, las infecciones congénitas, las infecciones bucales, las infecciones por Hantavirus y las infecciones respiratorias (que pueden ser agudas o altas) son otros problemas que pueden, en distintas etapas de la vida, atentar contra la salud de quienes las contraen, razones por las cuales es fundamental la prevención y la reacción inmediata ante los primeros síntomas para conseguir un diagnóstico temprano que haga posible el tratamiento más adecuado para cada patología.