Cuando al menos dos sustancias o elementos se conjugan en un mismo espacio sin tener entre ellos acción química se da lugar a una mezcla. Esta palabra, además, permite identificar al tejido que se elabora con hilos de múltiples tipos y colores, así como también se emplea en el ámbito de la construcción para aludir a la argamasa de agua, arena y cal.
Si prestamos atención a los componentes que se pueden mezclar y a los resultados de esas combinaciones, entonces logramos diferenciar numerosas clases de mezclas.
En primer lugar, es importante tener presente que una mezcla puede incluir elementos en estado gaseoso, líquido o sólido. Los ingredientes siempre van a depender de la finalidad de ese preparado: hay mezclas para tareas de construcción, mezclas para llevar a cabo una comida, mezclas para utilizar en jardinería, mezclas para conseguir tragos originales, etc.
Asimismo, es posible distinguir entre mezclas homogéneas y mezclas heterogéneas. Las primeras surgen con componentes que a simple vista no logran ser diferenciados. Cuando un sólido se disuelve en un líquido, por describir un caso específico, se logra una mezcla identificada con la denominación de disolución. Las heterogéneas, en tanto, se caracterizan por tener componentes fáciles de reconocer que pueden separarse sin mayores complicaciones: puede tratarse de una mezcla gruesa (como ocurre, por ejemplo, con las ensaladas) o de suspensiones (las cuales deben ser agitadas para que los ingredientes se mezclen, como sucede generalmente con ciertos medicamentos o al combinar agua con talco, por detallar algunas alternativas a modo de referencia).