No hace falta hablar de música para hacer referencia a los sonidos. Este concepto, que según informa el diccionario de la Real Academia Española (RAE) tiene su origen en el vocablo latino sonĭtus, se utiliza en los campos de la Física (para identificar a las vibraciones mecánicas que se transmiten a través de un medio elástico), de la Fonética (para hacer alusión a la estructura oral de un fonema) y en la vida cotidiana para mencionar múltiples situaciones (“Me encanta el sonido de su voz”, “Hay sonidos extraños en esta casa”, “Le regalé a mi sobrino un camión de juguete que tiene luces y sonido”, “El sonido de la lluvia me da sueño”, “Usé efectos de sonido para armar el video”, “Mi equipo reproduce el video pero el sonido no sale por los altavoces, ¿qué habrá pasado?”).
Se puede centrar la atención, por ejemplo, en los sonidos que generan los animales (los perros al ladrar, los gatos al maullar, los caballos al relinchar, etc), en los sonidos monoaurales (aquellos que se definen, se graban y se reproducen en un único canal y dan la sensación de escucharse con un oído solo), en los sonidos estereofónicos (grabados y reproducidos en formato estéreo) y en los sonidos armónicos (concepto abordado desde las telecomunicaciones, la acústica y la mecánica ondulatoria).
De profundizar al respecto, podremos encontrar también rasgos distintivos entre los sonidos graves y los sonidos agudos, los sonidos fuertes y los sonidos débiles, y los sonidos altos y los sonidos bajos, por citar otras referencias.