Los expertos en Zoología definen como larva a la fase juvenil del organismo que, tras salir del huevo, comienza a alimentarse por sí mismo y a continuar su desarrollo para llegar a adquirir la apariencia y estructura propias de los ejemplares adultos.
Según la especie a la que pertenezcan, se puede diferenciar entre larvas de mosquito, larvas de polilla, larvas de abeja, larvas de garrapata, larvas de hormiga, larvas de escarabajo, larvas de termita y larvas de pulga, por señalar algunas de las posibilidades más comunes.
Al profundizar nuestros conocimientos en el tema descubrimos que existen dos clases específicas de larvas: una que se conoce como infusoriforme y otra bautizada como vermiforme. En el primer caso, se trata de una larva que nada en el mar y es capaz de infectar a ejemplares juveniles de pulpos. La segunda clasificación surge cuando la larva infusoriforme, al desarrollarse, conforma un adulto no sexual (conocido como nematógeno) que, al reproducirse por mitosis, libera en la orina del huésped larvas vermiformes.
Por otra parte, es interesante hacer alusión a la existencia de larvas eruciformes (con apariencia de oruga), larvas plánulas (en base a una medusa se genera una de ellas, la cual se desarrolla y da origen a una larva actínula), larvas rabditiformes (las cuales se transforman con el paso del tiempo en larvas filariformes) y larvas trocóforas de vida libre (las cuales se convierten en larvas velígeras con simetría bilateral), por enumerar otras categorías que demuestran la diversidad que hay en relación a las larvas.