Cuando se presta atención a los bellos paisajes que nos regala la naturaleza, los lagos son parte de los rincones que más elogios reciben. Estas masas permanentes formadas por agua generalmente dulce que se ha depositado en una depresión del terreno a raíz de procesos de carácter geológico tienen diferentes características, por eso en esta ocasión haremos foco en ellas a fin de ofrecer datos útiles e interesantes al respecto.

En primer lugar, es importante destacar que, al analizar el entorno, es posible determinar cómo se ha originado cada lago. Desde tiempos remotos existen, entre otros, los lagos glaciares generados por el movimiento de capas gruesas de hielo en superficies de poca pendiente, los lagos proglaciales típicos de cordilleras tropicales y los lagos subglaciales que surgen en glaciares grandes por la presión del agua líquida bajo el hielo.

También hay lagos tectónicos profundos y extensos desarrollados en la depresión de una fosa o falla tectónica, lagos de lava nacidos a partir del derretimiento de lava en áreas cercanas a un volcán o en un cráter, lagos de caldera establecidos en calderas volcánicas y lagos de cráter que están influenciados térmica y químicamente por un volcán.

De profundizar nuestros conocimientos sobre el tema advertiremos además que no solo hay lagos naturales: también el ser humano, por múltiples motivaciones, modifica el medio ambiente a través de lagos artificiales.

Los lagos salados que en ocasiones pueden tener una concentración de sal mayor a la del agua de mar, los lagos kársticos situados en una depresión kárstica como resultado de la disolución superficial de calizas, los lagos subterráneos típicos de cavernas o cuevas donde se filtra agua y los lagos en herradura (con apariencia de media luna) son otras categorías que permiten comprobar la diversidad que existe en materia de lagos.