A diario, a nivel mundial, se registran lamentablemente diversas clases de incendios con consecuencias variables. A veces, el poder destructivo del fuego deja como resultado daños materiales pero en otras circunstancias genera tragedias donde múltiples seres vivos terminan heridos o muertos.
Frente a las llamas ardiendo, en México y Estados Unidos los expertos encuadran cada incendio en diferentes categorías. Cuando hay plásticos, papeles, gomas, tejidos o madera envueltos en fuego, se habla de un incendio clase A, así como los líquidos inflamables, la pintura y la gasolina en llamas dan origen a un incendio clase B.
El fuego clase C, asimismo, surge en cuestiones eléctricas, mientras que el fuego clase D compromete a metales combustibles. El fuego clase K, por su parte, identifica a los incendios en cocinas. De hacer alusión a los incendios de origen radioactivo, gana relevancia la categoría E.
En territorio australiano, por otra parte, los incendios se subdividen en clase A (sólidos que, por lo general, son de naturaleza orgánica), B (sólidos licuables o líquidos), C (gases inflamables), D (metales combustibles), E (incendios por fallas eléctricas) y F (incendios desencadenados o empeorados por aceites).
Ya desde una perspectiva general, es posible identificar a los incendios forestales frente al resto de los incendios. En este caso, las áreas con vegetación son las afectadas. En este marco puede haber incendios que crecen por fuegos de copas, fuego de superficie o fuego de suelo. El tamaño, por su parte, puede marcar la existencia de un incendio forestal grande o de tamaño pequeño, así como el análisis de los especialistas va a poder ayudar a determinar si se trata de un incendio intencional (es decir, provocado de manera premeditada) o no.