Cuando distintos fragmentos de un todo se combinan o una cosa se sube o se pone sobre otra adquiere relevancia la idea de montaje. Esta palabra suele emplearse con frecuencia en el ámbito artístico para, por ejemplo, aludir al proceso de selección y ajuste de elementos propio de una filmación para cine, o bien para hacer referencia a la preparación y puesta en escena de una obra de teatro.
Entre las alternativas a tener en cuenta al respecto aparece el montaje fotográfico, gracias al cual se genera, ya sea con fines informativos, publicitarios u ornamentales, una especie de collage armado con trozos de diversas imágenes o fotografías. Algo similar ocurre con el montaje sonoro, aunque en este caso se trabaja con sonidos, ruidos y efectos que estimulan al oído.
De centrar la atención en las particularidades del montaje audiovisual, en tanto, salen a la luz múltiples posibilidades que varían en función de las intenciones y modos de trabajo de cada realizador. Si se priorizan las emociones usando como herramientas los gestos y símbolos, por ejemplo, se ofrecerá un montaje ideológico, mientras que al respetar los tiempos de la historia y exponerlos de manera narrativa se logra un montaje clásico.
Asimismo, existe la chance de llevar a cabo montajes abstractos o creativos que escapan a un orden determinado, de probar suerte con montajes rítmicos haciendo hincapié en la longitud de cada una de las tomas y de construir montajes expresivos marcando el ritmo de cada escena o acción.
Los encuadres, por otra parte, permiten diferenciar entre montajes internos o sintéticos (si hay planos largos y profundidad de campo) y montajes externos o analíticos (con planos cortos y breves que muestran la realidad por partes).