Cada vez que algo genera un desequilibrio en la naturaleza y deja consecuencias negativas en el suelo, el agua, el aire y la vida en general, la humanidad se enfrenta a un problema ambiental que exige un cambio de hábitos y un compromiso colectivo para no agudizarse y/o expandirse.
Los problemas ambientales, cualquiera sea su origen, su alcance y su duración, deterioran los ecosistemas y atentan contra los recursos naturales, generando entornos vulnerables con condiciones poco propicias para la subsistencia.
Al analizar la realidad actual de nuestro planeta podemos determinar que hay problemas ambientales más graves que otros, razón por la cual hay situaciones delicadas para resolver cuanto antes y otras cuestiones que pueden postergarse un poco. El cambio climático, por ejemplo, es un inconveniente preocupante porque en este marco se advierten incrementos en el nivel del mar, retrocesos de glaciares, modificaciones en las corrientes marinas y acidificación de océanos. Y en la mayoría de los problemas vinculados a la naturaleza, hay responsabilidad del hombre debido a sus hábitos nocivos, sus actividades laborales y su falta de cuidados al relacionarse con el entorno que lo rodea.
Cuando se afecta el agua, entonces se pone el foco en los problemas ambientales hídricos surgidos por la contaminación y el uso irracional del recurso, por ejemplo.
Y si diferenciamos entre ciudad y campo, descubriremos que hay problemas ambientales urbanos y problemas ambientales rurales que aparecen por los incendios intencionales, la tala indiscriminada, el sobrepastoreo, la caza ilegal, la erosión, la contaminación en todos los niveles, la ausencia de medidas para el tratamiento de aguas y residuos, la sobreexplotación de la tierra, etc.