Todos tenemos la condición de peatón cada vez que nos desplazamos a pie por la vía pública. Pero no siempre actuamos de la misma manera ni nos comportamos como corresponde, por eso existen categorías para encuadrar cada una de nuestras rutinas al transitar por espacios públicos.

A veces, cuando no cumplimos las normas de tránsito por comodidad o con el objetivo de llegar más rápido a la otra cuadra, somos peatones inconscientes ya que al cruzar cuándo y por donde no debemos nos exponemos a sufrir o a ocasionar un accidente, pero también podemos ser peatones prudentes al avanzar por la senda peatonal cuando el semáforo lo permite. El descuido o la conducta dañina de un tercero (un ciclista, un automovilista u otro individuo que se nos acerca), sin embargo, pueden llegar a convertirnos en peatones víctimas de un accidente o de un delito (a diario hay en el mundo peatones atropellados, asesinados o que fallecen por distintas circunstancias).

La velocidad del desplazamiento, en tanto, nos permite diferenciar a los peatones lentos de los peatones apurados, mientras que el nivel de atención sirve para distinguir a los peatones atentos frente a los peatones distraídos.

Al observar a la gente que camina por diversas veredas, además, adquieren relevancia, según corresponda, las categorías de peatones curiosos que van por las veredas mirando vidrieras de negocios, peatones turistas que por múltiples detalles evidencian su condición de visitantes, peatones enamorados que caminan en pareja dándose muestras de afecto, peatones preocupados que avanzan con gestos tensos y de peatones relajados que transitan sin prisa y sin rastros de nerviosismo.