Se define como víctima al ser vivo que es objeto de una acción que lo perjudica en distintos niveles (según la intensidad e intención de cada caso) hasta el punto de llegar a dejarlo sin vida. Las víctimas son inocentes que resultan dañadas por culpa ajena o la decisión de alguien de modificar su destino de algún modo.

Se suelen reconocer como víctimas fatales, por ejemplo, a las personas que pierden la vida de manera involuntaria (por ejemplo, por viajar en un automóvil que protagoniza un accidente de tránsito).

Las víctimas directas, por su parte, son aquellas que sufren en carne propia el acto malintencionado de alguien que busca perjudicarlas de manera concreta (una venganza, por describir un caso puntual, está dirigida a alguien en particular), mientras que las víctimas indirectas son quienes padecen las consecuencias de un episodio que daña a más gente debido a una suerte de onda expansiva o efecto contagio (para perjudicar a alguien en especial se puede idear un plan que involucre y ponga en peligro a terceros).

De hacer foco en el hecho que provoca víctimas, podremos diferenciar muchos grupos, ya que lamentablemente existen en el mundo víctimas de un atentado terrorista, víctimas de catástrofes naturales, víctimas de abusos sexuales, víctimas de desapariciones forzadas, víctimas de secuestros, víctimas de violencia de género, víctimas de estafas, víctimas de mala praxis, etc. Al analizar estas categorías uno comprueba que no siempre se registra la muerte como consecuencia pero que sí hay consecuencias indeseadas para quien padece el episodio de manera involuntaria, como daños psicológicos, secuelas físicas, pérdidas materiales y traumas de diversa índole.