Todo episodio que provoca un daño involuntario, ya sea sobre objetos o seres vivos, se considera accidente. Hay algunos con consecuencias más graves que otros y situaciones que, pese a ser definidas por ciertos sectores como accidentes, dejan de englobarse en este contexto cuando se comprueba que las irregularidades podían haberse evitado.
Como se advierte al analizar el tema, no todos los accidentes tienen las mismas causas, se desarrollan en las mismas circunstancias ni concluyen del mismo modo: por eso es interesante prestar atención a esta cuestión y aprender a identificar cada clase de accidente.
A diario, por ejemplo, somos testigos (ya sea por estar en el lugar o a través de los medios de comunicación) de accidentes de tránsito. Lamentablemente, por imprudencia e irresponsabilidad mucha gente muere en este marco. Hay accidentes entre vehículos particulares, caídas de motos o bicicletas por descuidos propios (es decir, sin intervención de un tercero) y accidentes de mayor dimensión cuando está involucrado un transporte de pasajeros (como un descarrilamiento de tren, un choque entre aviones). Asimismo, cualquiera de nosotros puede sufrir un accidente en la vía pública (caídas, golpes) y ser socorridos entonces por desconocidos que intentan ayudarnos.
En el hogar, por otra parte, suelen desencadenarse accidentes domésticos: se puede sufrir un corte de mayor o menor profundidad o una quemadura mientras cocinamos, resbalarse sobre un piso mojado y tener una fractura, etc.
También en el ámbito laboral hay accidentes que pueden incluso poner en riesgo nuestra integridad física de acuerdo a las circunstancias en las cuales nos accidentemos y a la gravedad del hecho. Recibir una descarga eléctrica, sufrir una quemadura, caerse desde cierta altura o ser víctima de un golpe son posibilidades a las que uno se expone al realizar determinadas tareas.