Los médicos diagnostican faringitis cuando advierten que el paciente al que revisan tiene la faringe inflamada. Este cuadro genera, entre otros síntomas, dolor de garganta, fiebre e incomodidades al tragar que motivan la consulta clínica.

Con exámenes clínicos y exploraciones de la zona por parte del profesional de la salud se podrá determinar si se trata de una faringitis hipertrófica definida también como faringitis aguda difusa o una faringitis atrófica (más conocida como faringitis crónica difusa).

Es interesante tener en cuenta que la faringitis aguda, a su vez, puede segmentarse en diferentes grupos según cuál sea el agente que la cause. En este sentido, el médico (especialista en Otorrinolaringología) deberá establecer si se trata de una faringitis membranosa provocada por un virus o una bacteria, una faringitis vesicular o ulcerosa generada por un cierto tipo de virus, una faringitis exudativa por estreptococos o adenovirus, o si es una faringitis eritematosa, por enumerar las opciones más comunes.

Durante la etapa de lactancia, por su parte, los niños de corta edad suelen tener faringitis localizadas en las adenoides, que se inflaman generalmente por una infección.

En niños y algunos adultos, asimismo, se puede llegar a presentar una faringitis estreptocócica, que abarca a las amígdalas y a veces también a la laringe. Se basa en una infección estreptocócica del grupo A de elevado poder contagioso que se trata con antibióticos para minimizar el riesgo de sufrir complicaciones y acortar la duración de la dolencia. En caso de padecer dolores, se recomienda la ingesta de analgésicos.