Los desplazamientos y movimientos encaminados en una cierta dirección que, a lo largo de su vida, realizan los seres vivos como resultado de un estímulo, señala la teoría, se conocen como taxismos.
Cuando el organismo tiende a acercarse a la fuente que le provoca una reacción, dicen los expertos en el tema, se alude al taxismo positivo, mientras que el alejamiento respecto a dicho punto recibe la denominación de taxismo negativo.
Tener en cuenta el origen de cada disparador de acción, por otra parte, permite descubrir otras categorías vinculadas a estas situaciones que también se conocen como taxias.
La aplicación de una determinada tecnología, por indicar una posibilidad, provoca una tecnotaxia, así como la disponibilidad, o no, de agua es la clave del hidrotaxismo. Si una corriente eléctrica lleva a modificar o a condicionar la ubicación de un ser vivo, asimismo, gana relevancia el concepto de galvanotaxia.
El quimiotaxismo, en tanto, surge cada vez que un sujeto reacciona al percibir una sustancia química y la geotaxia, cuando el organismo se dirige en contra o se acerca a las fuerzas gravitacionales.
La fototaxia donde el rol central lo tiene la luz, la tigmotaxia motivada por las presiones, los contactos o las vibraciones, la barotaxia motivada por la presión del medio o de la atmósfera, la anemotaxia vinculada al recorrido del viento y la termotaxia sujeta a una fuente de calor son otras clasificaciones que demuestran cómo pueden ser los taxismos en función de los estímulos que, en cada momento y lugar, entran en juego.