Al pensar en la idea de vicio, muchas actividades poco saludables que se realizan en exceso adquieren relevancia. Esta palabra que, según indica el diccionario de la Real Academia Española (RAE), deriva de un vocablo en latín suele asociarse a adicciones como el juego, el alcohol y el cigarrillo, hábitos que dañan la salud y que, al llegar a límites extremos o a un nivel intenso, exigen someter a quien los desarrolla a un tratamiento prolongado para conseguir su recuperación.
Sin embargo, existen muchas acepciones y categorías que dan cuenta de la diversidad de esta noción que posee más de diez interpretaciones oficiales.
En el campo del Derecho, por ejemplo, se hace alusión a los vicios redhibitorios (también conocidos como vicios ocultos) para identificar eventuales detalles defectuosos que pueda llegar a tener algo sujeto a una operación de compraventa y que no se observan en el momento de concretar la acción. También en este marco aparecen los vicios del consentimiento (o vicios de la voluntad), los cuales abren el abanico a otras categorías, como las de los vicios que influyen sobre la intención humana, los vicios que condicionan la libertad y vicios propios de los actos jurídicos.
Más allá de estas enumeraciones, podemos reconocer a los vicios sociales, a los vicios entendidos desde una perspectiva religiosa, a los vicios de escritura, a los vicios de dicción, a los vicios de refracción, a los vicios de obrepción y a los vicios posturales (tendencias de mala postura que generan dolores, deformaciones y otros inconvenientes en el organismo), por mencionar otras clases de vicios.