Todo acto que precipita algo o lo lleva a precipitarse da como resultado una precipitación.
Esta palabra, además de estar presente en el ámbito de la Meteorología para describir al fenómeno que hace caer sobre la superficie terrestre agua en formato líquido o sólido que procede de la atmósfera, se utiliza en Química para identificar a la reacción que permite que, en base a ciertos líquidos, se produzca un sólido.
Las precipitaciones pluviales, a las cuales se mide en milímetros, pueden tener alta intensidad, una duración breve, variaciones temporales y diversidad espacial. Tampoco se puede dejar de señalar la existencia de precipitaciones pluviales extremas y de la importancia de tener en cuenta a la precipitación máxima probable para poder prevenir problemas desencadenados por altos niveles de lluvia. Al analizar una zona determinada, es posible establecer un promedio de precipitaciones anuales, precipitaciones mensuales y llevar un registro de precipitaciones diarias, por ejemplo. Asimismo, con conocimientos profundos sobre estas cuestiones se logra distinguir entre precipitaciones orográficas (típicas de cordilleras y áreas montañosas), precipitaciones convectivas (desencadenadas cuando una masa cálida de aire asciende y se enfría, una realidad que suele ocurrir en regiones húmedas y cálidas), precipitaciones frontales (al chocar un par de masas de aire que poseen presiones diferentes) y precipitaciones ciclónicas (vinculadas a la aparición de una perturbación ciclónica).
El fenómeno de carácter físico y químico conocido como precipitación salina que se basa en la interacción electrolito-no electrolito y permite separar proteínas es otra categoría que demuestra el amplio campo de aplicación de esta noción.