El concepto de lluvia suele asociarse a un fenómeno meteorológico asociado al mal tiempo, pero en la práctica esta palabra describe mucho más que el acto de llover, una realidad que nos obliga a salir con paraguas y ropa impermeable para no mojarnos con el agua que cae del cielo en el marco de una lluvia torrencial o una lluvia repentina, por ejemplo.
Hoy, a fin de demostrar que esta noción se aplica en múltiples ámbitos, vamos a describir distintas clases de lluvia.
En un contexto violento donde se registran incesantes disparos en un breve periodo de tiempo, por ejemplo, se suele hacer alusión a una “lluvia de balas”, mientras que al lanzar desde el aire una gran cantidad de billetes para beneficiar a la comunidad se provoca una “lluvia de dinero”.
Distinto es el caso de la denominada “lluvia de oro”, ya que esta expresión se emplea en México y en Costa Rica para identificar a una variedad de orquídea que posee hojas lanceoladas de gran tamaño y diminutas flores amarillas.
De buscar más clasificaciones, ganan protagonismo además la lluvia ácida (tal como se define a las precipitaciones de emisiones industriales basadas en contaminantes de carácter ácido), la lluvia de estrellas (espectáculo producido por la aparición en determinadas zonas del cielo de numerosas estrellas fugaces), la lluvia radiactiva (grupo de partículas que se han contaminado con materiales radiactivos y caen sobre la superficie como consecuencia de una explosión nuclear) y la lluvia de ideas (también conocida como tormenta de ideas, una técnica grupal para que todos los integrantes aporten sugerencias e ideas para resolver algo o poner en práctica una iniciativa), entre otras.