Para poder reconocer qué es en la práctica un muestreo y cuál es su utilidad, primero es fundamental tener presente la definición de esta palabra. De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE), este término refiere al acto de seleccionar y evaluar muestras que resulten representativas de un todo, así como también alude a la selección de una parte establecida estadísticamente para poder deducir las particularidades de un cierto conjunto.
La técnica que se utiliza en Estadística no es siempre la misma, por eso es interesante adquirir conocimientos que nos permitan elegir qué método utilizar según el objetivo perseguido en cada ocasión.
A grandes rasgos, es posible diferenciar dos alternativas: la del muestreo aleatorio (donde gana protagonismo el azar) y la del muestreo no aleatorio (también bautizado como de juicio, marco en el cual puede influir una experiencia y tomarse como muestra tentativa). Cuando, por alguna razón, hay probabilidades de que se tomen en consideración todos los elementos reunidos para la muestra, entonces entra en juego la expresión “muestreo probabilístico”.
Al profundizar en el tema, encontramos muchas otras categorías a tener en cuenta, como el caso del muestreo no probabilístico donde no se logra determinar la probabilidad de extraer algo de una muestra específica. También se consigue descubrir las particularidades del muestreo de bola de nieve (para estudiar poblaciones desparramas pero contactadas entre sí), del muestreo por cuotas (el método más usado para sondeos de opinión y estudios de mercado), del muestreo subjetivo por decisión razonada (así como de su variante conocida como muestreo equilibrado o compensado), del muestreo por conglomerados, del muestreo por etapas múltiples, del muestreo estratificado y del muestreo sistemática, por enumerar otras opciones a modo orientativo.