Cuando un gran número de ciudadanos, nucleados generalmente en alguna organización, adquiere un rol activo con fuerza colectiva para generar un cambio dentro de la sociedad o mostrar resistencia para frenar ciertas medidas contrarias a los intereses de los ciudadanos, gana protagonismo la expresión “movimiento social”.
A lo largo de la Historia, los movimientos sociales han tenido transformaciones al cambiar los intereses y las necesidades de cada población, al modificarse sus maneras de intervenir para conseguir objetivos y al tener a disposición distintas herramientas para luchar y visibilizar sus acciones (donde son claves, por ejemplo, los medios masivos de comunicación y las redes sociales), pero siempre conservan su espíritu popular para representar a una amplia mayoría en lo que respecta a un nutrido abanico de temáticas donde aparecen, por ejemplo, las cuestiones económicas, la cultura, la identidad de género, los derechos humanos, el deporte, etc.
De acuerdo al alcance de cada una de estas corrientes, su poder de influencia y los contenidos de sus reclamos, entre otros aspectos a tener en cuenta, es posible distinguir diversas clases de movimientos sociales. Aquellos que poseen propósitos concretos y limitados, por detallar un caso específico, suelen estar considerados como movimientos sociales locales, así como a medida que crecen van mutando a movimiento social regional, nacional o de relevancia internacional, según corresponda.
Hay, por otra parte, movimientos sociales extremistas que aspiran a una sociedad con ideología totalitaria y movimientos sociales de reforma que centran su energía en reformar o imponer cambios dentro de los poderes o instituciones políticas.