El acto, así como la consecuencia de encuadernar, se conoce como encuadernación. Esta tarea que permite resguardar y mantener unidas las hojas de un libro o cuaderno se lleva a cabo a nivel mundial desde hace mucho tiempo.

En la antigüedad, el proceso de encuadernación era costoso y casi exclusivo ya que se realizaba de manera manual por la falta de tecnología y de recursos varios. Durante la Edad Media, por describir una época puntual, hubo encuadernaciones sencillas para los monasterios, así como también encuadernaciones elegantes recubiertas con terciopelo y encuadernaciones de gran lujo que solían reservarse de manera exclusiva a los libros litúrgicos. En relación a los libros sagrados de contenido religioso hay que decir que hubo diferentes épocas de encuadernación, como sucedió por ejemplo con el sistema bizantino para cubrir con pedrería, plata u oro las tapas, los marcos de la era románica y la encuadernación gótica con piedras finas o plata repujada.

Con los años, aparecieron técnicas industriales que ampliaron las alternativas. Hoy, a fin de acercarles datos de interés al respecto, repasaremos las características de distintos tipos de encuadernaciones.

En primer lugar, podemos distinguir a dos grandes grupos: el de las encuadernaciones de tapa blanda (no tienen rigidez) y el de las encuadernaciones de tapa dura (las cuales se conocen con la denominación de encuadernación cartoné).

De acuerdo al modo de fijar las páginas al lomo, es posible reconocer por otra parte a la encuadernación cosida (puede ser una encuadernación rústica) y a la encuadernación grapada (puede ser una o más grapas).