La derivación, la consecuencia, la respuesta y la impresión o huella que tiene algo o alguien sobre otra cosa o ser vivo, se suele definir como efecto. Por ejemplo: “El convenio ha quedado sin efecto”, “Mi enojo hizo efecto: ahora Felipe está mucho más atento y cariñoso conmigo”, “Puedes editar las imágenes con los efectos que más te atraigan”.
Esta palabra, en la vida cotidiana, se utiliza para describir muchas realidades. Los medicamentos que se ingieren para tratar una determinada patología, por ejemplo, suelen tener efectos secundarios por provocar cuadros indeseados (náuseas, cefalea, palpitaciones, etc), así como en el universo artístico se habla de efectos especiales cuando se recurre a la tecnología para hacer escenas asombrosas en base a explosiones, incendios, humo, tormentas o acontecimientos similares en una obra teatral, película o serie televisiva con el objetivo de impactar a los espectadores.
También se puede hacer alusión al efecto invernadero, un fenómeno que se caracteriza por generar que la radiación térmica que emite la superficie del planeta sea absorbida por los gases de invernadero de la atmósfera y sea esparcida en múltiples direcciones.
El llamado efecto bumeran, en cambio, refiere al hecho de que una determinada acción se vuelva contra su responsable, mientras que el efecto dominó provoca reacciones en cadena.
Más allá de los mencionados, hay muchas otras clases de efectos que, al ser aplicados en numerosos contextos y circunstancias, permiten ampliar y diversificar los alcances de este vocablo. Efecto mariposa, efecto túnel, efecto cascada, efecto placebo, efecto retroactivo, efectos personales, efectos inductivos, efectos ópticos, efecto suspensivo, efecto corona, efecto devolutivo… Como resulta evidente, este concepto nos permite describir un gran abanico de cuestiones.