Cuando uno piensa en limpieza suele imaginarse, por ejemplo, las acciones de higiene y desinfección sobre un ambiente del hogar o cada rincón de un sitio público. Pero la limpieza, en la práctica, va mucho más allá de mantener objetos libres de polvo y pisos brillantes sin gérmenes.

Este concepto, según se advierte al repasar sus definiciones y clasificaciones, da lugar a expresiones como limpieza de sangre (más allá de ser el título de una novela de Arturo Pérez Reverte está relacionada a la ausencia de antepasados herejes, judíos, penitenciados o moros), limpieza étnica (un eufemismo para aludir al genocidio), limpieza de manos (asociada a la integridad presente en un negocio), limpieza de bolsa (para hacer referencia a la falta de recursos económicos) y limpieza de corazón (vinculada a la rectitud de las intenciones de alguien).

Se habla de limpieza en seco, por otra parte, cuando para lavar prendas de vestir o tejidos no se emplea agua, así como la limpieza ultrasónica es una alternativa para mantener limpios objetos de delicadeza extrema, tales como joyas, relojes o instrumentación quirúrgica. Distinto es el caso de la llamada limpieza de datos, ya que consiste en eliminar o corregir información errónea incluida en una base de datos.

La limpieza dental, en cambio, gira en torno a la higiene bucal, la cual se logra mediante el cepillado diario de los dientes y la visita periódica al odontólogo para remover el sarro y evitar así enfermedades. La limpieza facial, en tanto, es una acción con fines estéticos y de cuidado de la piel que elimina restos de maquillaje e impurezas para mejorar, rejuvenecer y suavizar el cutis.