Es suficiente recorrer nuestro propio hogar y visitar, alguna vez, un hotel para tomar conciencia que las habitaciones no son todas iguales. Cada una, según al lugar al que pertenezca y para qué tipo de persona sea acondicionada, tiene particularidades que la hacen única.

Estos ambientes donde, por lo general, se descansa o se hace reposo pueden tener, o no, vista hacia un paisaje bello (un parque o plaza, unas montañas, una playa) si están orientadas hacia el exterior o ser habitaciones internas por cuyas ventanas se ven otras partes del mismo edificio o vivienda, por señalar casos concretos.

En un hogar, según las dimensiones que posea la construcción, puede haber muchas o pocas habitaciones. Por lo general, una familia tipo tiene una habitación matrimonial mientras que su hijo duerme en otro espacio. De acuerdo a las posibilidades económicas de cada grupo familiar, se podrá reservar una habitación para cada descendiente o adaptarla para que allí descansen todos juntos. Podemos diferenciar en base a mobiliarios y decoraciones la habitación del bebé, la habitación infantil y la habitación juvenil.

En los hoteles, en cambio, se pueden reservar habitaciones con más o menos lujo según el poder adquisitivo de cada huésped. Hay lujosas habitaciones en suite, habitaciones dobles y singles, habitaciones temáticas, etc.

Muy diferentes son las habitaciones de las clínicas y hospitales, donde cada paciente puede permanecer en una habitación compartida o en una habitación privada. En ellas no se prioriza la comodidad sino la atención del enfermo: por eso hay camas especiales y elementos relacionados al cuidado por parte de enfermeros y médicos.