La expresión “paisaje natural” se destina a la presentación de una superficie donde existen elementos que se articulan entre sí pero sin modificaciones por parte del hombre, es decir, que es obra exclusiva de la naturaleza aún en zonas con densidades bajas de población. Para que un espacio no pierda su condición de paisaje natural es necesario que su relieve, sus aguas, su clima, su suelo, su flora y su fauna no estén influidos por el ser humano ni posean rastros de civilización.
Si bien se busca priorizar el medio ambiente en la definición de paisaje natural, se acepta catalogar así a rincones que, en otras épocas, fueron ocupados por sociedades de recolectores, cazadores y pescadores porque se entiende que eran seres que tenían un conocimiento profundo y específico del medio que los rodeaba.
Una vez que se comprende el alcance de este concepto, se está en condiciones de descubrir más detalles sobre él. Así, entonces, es posible advertir que un paisaje natural cubre grandes extensiones de terreno para hallar así todo lo que necesita de la naturaleza para mantenerse en buenas condiciones y que éste puede ser de tipo costero (cuando se localice en proximidades del mar) o de interior (alejado de la costa).
Tras esta diferenciación, se puede efectuar una aproximación aún más intensa basada en el reconocimiento de áreas específicas que atesoran hermosos paisajes naturales: la montaña, el valle y la llanura. Claro que si un lugar rodeado de montañas ha estado sometido a prácticas agrícolas y soportó, por ejemplo, fuego en su suelo, el territorio pasa de ser un paisaje natural a ser un paisaje modificado por el hombre.