La habilidad para crear algo y el talento para desarrollar ideas, pensamientos o acciones originales se conocen con el nombre de creatividad. Estimular y potenciar esta destreza en todas las etapas de la vida es fundamental para ejercitar la mente y fomentar la curiosidad, el hallazgo de nuevos resultados y el trabajo creativo. Por ejemplo: dejar que un niño pequeño se exprese a través de dibujos y colores usando distintos materiales (acuarelas, crayones, lápices, cartones, papeles, hilos) es una iniciativa propicia para promover su creatividad.

Cabe resaltar que esta facultad o pericia, según se desprende de la teoría, puede encuadrarse en diferentes categorías de acuerdo a las particularidades que presente.

Se hace alusión a la creatividad mimética, por ejemplo, cuando un ser (incluidos los animales) adopta una idea que vio en un cierto contexto y la aplica en otro ámbito. Se trata de una modalidad rudimentaria que guarda relación con la imitación.

La creatividad narrativa, en cambio, la tienen aquellos que reflejan idoneidad para inventar y narrar historias: es decir, construir un relato en secuencia ordenada con personajes y descripciones que permitan completar una narración comprensible y coherente.

La creatividad analógica, en tanto, brinda la posibilidad de hallar soluciones para problemas o desafíos que encierran una determinada complejidad, mientras que la creatividad bisociativa brinda la capacidad de enlazar y fusionar una idea ya conocida con otra novedosa para arribar a un concepto innovador.

De buscar otra alternativa, conoceremos además a la creatividad intuitiva, que invita a despejar la mente y, en un estado de relajación, dejarse guiar por la intuición para obtener pensamientos y ocurrencias originales.