A diario, por nuestras actividades cotidianas, generamos diversos niveles de desperdicios. Botellas plásticas, envoltorios de golosinas, restos de comida, cáscaras de fruta, papeles usados, cajas de cartón, envases de vidrio… muchos son los objetos que terminan en el cesto de residuos. Como la basura contamina, es fundamental realizar un tratamiento diario para garantizar nuestra salud y minimizar las consecuencias sobre la naturaleza, una cuestión que no siempre se cumple por falta de información y normativas claras.

La basura no siempre tiene el mismo origen ni posee las mismas características, por eso es importante aprender a diferenciar los distintos tipos de suciedad para saber cómo manipular y eliminar los desechos.

De acuerdo a qué elementos la compongan, se podrá hacer alusión a la basura orgánica (como cáscaras, ramas, hojas secas), a la basura inorgánica (telas, latas, plástico), a la basura con componentes tanto orgánicos como inorgánicos (por ejemplo, una caja de pizza con restos de tomate y queso) y a la basura considerada como residuo peligroso (sustancias químicas, ácidos).

Si se tiene en cuenta la procedencia, entonces se diferenciará entre basura espacial, basura urbana, basura comercial, basura tecnológica, basura de origen hospitalario, basura industrial y basura de origen domiciliario.

Teniendo en cuenta estas categorías y sabiendo que hay elementos que pueden reciclarse para extender su vida útil y generar a partir de ellos nuevos objetos, es posible implementar acciones simples en nuestros hogares para reducir los niveles de residuos. Por ejemplo: las botellas de plástico pueden transformarse en maceteros, un frasco de vidrio reutilizarse para guardar especias, hacer artesanías a partir de cajas de cartón, etc.