Para saber cómo clasificar a los trazos que analizamos primero es fundamental tener presente en qué contexto se emplea el término.

Si nos centramos en la escritura, entonces podemos hacer referencia a un único trazo (aquel que no requiere interrumpir el trazado ni levantar el lápiz, como al escribir la letra ‘L’) o a más (si, por ejemplo, escribimos las letras ‘F’, ‘Q’ o ‘T’). En este marco, es importante saber que hay otra interpretación de la noción que da cuenta de que un trazo es cada curva o recta que forma parte de un carácter (en el caso de la ‘O’ sería un único trazo, mientras que hay más de uno en la ‘K’). Los trazos fuertes, los trazos débiles y los trazos infantiles son algunas opciones que sirven en este plano para describir el modo de escribir o dibujar.

A nivel geográfico, en cambio, es posible hacer referencia a este vocablo para identificar a un municipio español localizado en Galicia, así como los expertos en construcción aluden al término para señalar el proceso de medición y marcado del terreno donde se hará una obra. En el ámbito de la Pintura, en cambio, se aprovecha la idea para denominar a los pliegues del ropaje. Es usual, por otra parte, la expresión “trazo de avión” que simboliza a la estela de condensación que se hace visible, por ejemplo, tras el paso de una aeronave.

Otras acepciones y categorías que demuestran las distintas aplicaciones y alcances que tiene el concepto de trazo: trazos magistrales (el trazo más grueso que se evidencia al escribir una letra), “Trazo de tiza” (nombre de un cómic), trazo de pluma levantino (relacionada al arte).