Una gran cantidad de preparaciones gastronómicas pueden incluir alguna clase de relleno. Ya sea elaboradas en el hogar o compradas en un local de comidas, estas alternativas de alimentación pueden sorprender por los ingredientes que atesoran en su interior.
En primer lugar, es interesante remarcar que en el mundo se consumen tanto rellenos dulces como salados, así como también hay rellenos que requieren cocción y otros que no. De acuerdo a cada receta y a las preferencias de cada consumidor, se pueden desarrollar rellenos más sólidos o líquidos que otros, además de poder disfrutarlos fríos o calientes. Los frutos secos, los chocolates, las cremas, las mermeladas, las verduras, el dulce de leche, las frutas, los quesos y los cereales pueden combinarse con otros productos para rellenar carnes, pastas, arrollados, galletas, bombones, muffins, sándwiches, huevos, panes, empanadas, hongos, tacos, tortas, tartas, etc. Las opciones, como resulta evidente, son infinitas y los resultados, por lo tanto, dependen de la calidad de los productos y de la creatividad para equilibrar y potenciar cada uno de los sabores.
Lejos del ámbito de la cocina, es posible reconocer a los rellenos de seguridad, un lugar donde se depositan y tratan sustancias que, tanto para el ambiente como para la salud de los seres vivos, resultan potencialmente peligrosas.
El relleno de malla (un concepto empleado en software de diseño gráfico para identificar a un tejido que conforma una cuadrícula para trabajar sobre un objeto cerrado), la práctica estética basada en el relleno inyectable para mejorar la apariencia de la piel y los rellenos sintéticos para muñecos o almohadones (cojines) son otras alternativas que demuestran el amplio y diverso alcance de esta noción.