En los centros médicos se genera a diario un gran caudal de desperdicios debido al continuo accionar de los profesionales de la salud, a la clase de prácticas que se realizan en dichos entornos y a la presencia de numerosas personas (pacientes y allegados a los enfermos, personal administrativo, etc.) que, al pasar varias horas al día allí, llegan a generar desechos a partir de actividades como comer, fumar o hacer sus necesidades fisiológicas.
Lo que diferencia a los hospitales de otros lugares es el tipo de basura que se genera, identificada con el nombre de residuos hospitalarios y sujeta a ciertas medidas de manipulación y tratamiento para gestionarlos de manera adecuada y evitar así contaminación, problemas medioambientales, imprevistos que pongan en riesgo a la población y/o focos de infección.
En primer lugar, los residuos hospitalarios se clasifican según sus eventuales efectos en residuos no peligrosos (conjunto que abarca las categorías de biodegradables, inertes, reciclables y ordinarios de acuerdo al origen que posean y a sus posibilidades de reutilización, como puede suceder con artículos de plástico, sobrantes de comida, papeles del sector administrativo, frascos de vidrio y radiografías) y en residuos peligrosos (aquellos que pueden tener carácter radiactivo, infeccioso, tóxico, combustible, etc., como ocurre con los residuos de riesgo biológico, los biomédicos, los cortopunzantes, los residuos químicos y los medicamentos vencidos).
Asimismo, dentro de estas clasificaciones y subdivisiones se pueden reconocer a los residuos sólidos (como gasas utilizadas, jeringas, restos de alimentos, recipientes) y a los residuos líquidos (sangre, orina, secreciones varias).