El proceso o experiencia de renacer se define como renacimiento. Claro que, más allá de esta utilización del término, la palabra identifica a un periodo histórico que se inició durante la mitad del siglo XV en la porción occidental del continente europeo y que estuvo caracterizada por el interés en estudiar y desarrollar las ciencias y artes propias de la Antigüedad clásica, tanto griega como latina.

No todo este proceso se desarrolló del mismo modo en todos los países, por eso es necesario marcar diferencias territoriales. El Renacimiento en España, por ejemplo, no marcó un quiebre abrupto con el espíritu medieval ni se vivió con la intensidad de otras regiones, mientras que en suelo francés el esquema renacentista se extendió velozmente y provocó que, desde un primer momento, las influencias italianas se hicieran notar. Asimismo, hubo un renacimiento en Alemania, otro en Hungría y otro periodo similar en los Países Bajos.

Otros conceptos relacionados a esta fase son los que hablan de Alto y Bajo Renacimiento. El primero abarca la plenitud de estos años, pero con el segundo no existe un consenso ya que algunos autores lo relacionan con lo ocurrido a finales del siglo XVI, mientras que otros lo asocian al siglo XV.

Cabe resaltar por otra parte que la idea de florecimiento que caracteriza al Renacimiento descripto líneas arriba ha servido de impulso para hablar de revoluciones artístico-culturales ocurridas en distintos siglos y lugares bajo las denominaciones de Renacimiento sumerio, Renacimiento carolingio, Renacimiento otoniano, Renacimiento céltico, Renacimiento bengalí y Renacimiento de Harlem, entre otras.