Al hacer foco en un ecosistema es posible advertir la presencia de numerosos integrantes de especies distintas, entre los cuales existen interacciones. Estos vínculos establecidos, según el criterio de los especialistas que analizan estos lazos, pueden ser definidos como relaciones interespecíficas.

Esta clase de contactos puede involucrar a diversos organismos pero no siempre tiene el mismo efecto, importancia o resultado. Por esa razón, en esta oportunidad hemos querido abordar el concepto para ayudarlos a saber en qué consisten las relaciones interespecíficas y cómo se las puede clasificar en función de sus derivaciones.

De acuerdo a quienes observan hábitats y estudian lo que ocurre en ellos, es posible distinguir relaciones interespecíficas positivas y otras de carácter negativo. Dentro del primer grupo, dicen los expertos, aparecen los fenómenos o vínculos que ofrecen un beneficio para alguna o todas las partes involucradas, como ocurre con el mutualismo, el comensalismo, la simbiosis y la protocooperación.

Las relaciones interespecíficas negativas, en cambio, son aquellas que provocan un daño o tienen un efecto perjudicial en, al menos, una de las partes que entran en contacto. Así ocurre, por ejemplo, cuando existen casos de parasitismo (como se establece cuando los mosquitos se alimentan de sangre humana o las pulgas se alojan en el cuerpo de un animal), de depredación (porque en esas situaciones sólo se beneficia quien depreda y sale perjudicada la víctima) o de competencia (detectados en ambientes donde miembros de distintas especies luchan y compiten por un mismo recurso), por citar algunas opciones a modo de referencia.