Cuando un mecanismo, información o estrategia se aprovecha para orientar (es decir, ubicar u ordenar) a alguien o algo, se habla de orientación. Lo mismo ocurre al describir la dirección o trayecto de una cosa en relación a alguno de los puntos cardinales.
A partir de sus definiciones generales, esta palabra ha servido a lo largo de los años para identificar a diferentes cuestiones y aspectos vinculados a múltiples ámbitos. Así, entonces, se comenzó a hacer mención a los deportes de orientación (aquellos que desafían a localizar puntos concretos en una superficie delimitada con la única asistencia de una brújula y un plano) y a la orientación geométrica (concepto que representa a las direcciones posibles de una rotación de la figura sin necesidad de alterar el punto de referencia previamente seleccionado), entre otras ideas.
Asimismo, se comenzó a abarcar la noción desde distintas disciplinas y, a raíz de ello, comenzaron a tomar fuerza las orientaciones profesionales, las orientaciones educativas y las orientaciones enmarcadas en el ámbito de la psicología (como la orientación vocacional), además de la denominada orientación sexual. Esta última, dicen los expertos, engloba a un conjunto de rasgos y particularidades de origen erótico, mental, sexual y emocional que se complementan con la identidad de género, las preferencias sexuales y el comportamiento para definir la identificación de género de cada organismo. Al respecto, hay que tener en cuenta que no siempre la orientación coincide con las preferencias íntimas de cada sujeto (a veces, por ejemplo, alguien de sexo femenino puede declararse heterosexual pero, aún así, sentirse atraída por gente de su mismo género).