Una ironía es una burla fina y disimulada que para poder concretarse y comprenderse exige un cierto bagaje cultural, aunque el concepto también puede ser definido como una figura retórica a través de la cual se da a entender lo contrario de lo que se ha dicho.
De los análisis históricos realizados por distintos expertos se ha desprendido que el afamado filósofo Sócrates fue una de las figuras que apeló a la ironía para poder desenmascarar a los sofistas. Por eso, hoy en día existe una modalidad al respecto que se conoce como ironía socrática porque parece inspirarse en el método desarrollado con gran habilidad por Sócrates: el de formular preguntas sencillas sobre un tema que el destinatario del mensaje se jacta de dominar para dejarlo en evidencia con una táctica aparentemente inocente.
En cambio, cuando se establece una incongruencia aguda entre las expectativas humanas acerca de un episodio y lo que realmente ocurre, se puede reaccionar con humor y dar lugar a la ironía cómica, aunque es necesario tener en cuenta que no todas estas ironías resultan graciosas.
De viajar en el tiempo y fijar la atención en los discursos y conversaciones retóricas públicas de la Antigua Roma, por otra parte, se podrá reconocer la ironía romana, la cual se caracteriza por estar compuesta por frases de significado opuesto a lo que, en verdad, se quería decir.
Cabe destacar que, además de las mencionadas, hay ironías verbales (basadas en las comparaciones entre un pasado negativo y un presente positivo) y otras que reciben la denominación de trágicas o dramáticas. Estas últimas eran muy comunes en la Antigua Grecia.