La idea de incontinencia (palabra que da cuenta de que algo o alguien no se puede contener) tiene muchas aplicaciones prácticas, dando la posibilidad de describir múltiples situaciones.

La incontinencia de orina, o incontinencia urinaria, es uno de los cuadros más comunes. Se trata de una patología que lleva a quien la sufre a no poder aguantar el deseo de orinar en tiempo y forma y, por lo tanto, la persona realiza expulsiones involuntarias de orina. Se hace alusión a la incontinencia nocturna infantil si los afectados son niños que sufren esta problemática al dormir. Si la falta de control corporal se posa en los intestinos, entonces se produce incontinencia intestinal o fecal.

Mucho menos habitual que los panoramas descriptos líneas arriba es la incontinencia pigmentaria, tal como se identifica a una enfermedad de carácter hereditario que también se conoce como síndrome de Bloch-Sulzberger.

Otra posibilidad es hallar gente con incontinencia afectiva, es decir, que no pueden controlar su estado emocional y entonces experimentan explosiones que los dejan vulnerables y sin consuelo, como suele ocurrir por ejemplo cuando hay un trastorno de ansiedad o un cuadro depresivo.

La incapacidad para moderar el lenguaje y tener lo que se dice bajo control, en tanto, se define como incontinencia verbal. Al expresarse de modo desmedido y sin sujetarse a límites de ningún tipo, el individuo cae en la costumbre que, en la vida cotidiana, se describe sencillamente como “hablar de más”, generando muchas veces situaciones tensas y complicadas que derivan en peleas, ofensas, confusiones, etc.