Una gran cantidad de personas, después de acudir al médico con varios síntomas y someterse a estudios, es diagnosticada con hipotiroidismo. Este cuadro es resultado de la hipofunción de la glándula tiroidea, un trastorno de carácter endocrino que desestabiliza al organismo.
Hay distintos modos de clasificar al hipotiroidismo de acuerdo a las particularidades que presente en materia de gravedad, cómo surja y dónde se genere la disfunción. Así, entonces, los expertos en temas de salud hacen alusión al hipotiroidismo primario cuando se ubica en la glándula tiroides; determinan la existencia de un hipotiroidismo secundario (si se encuentra a nivel hipotalámico o en la región hipofisaria) y refieren al hipotiroidismo periférico en caso de desencadenarse por resistencia hormonal periférica.
Si se trata de una patología presentada antes del nacimiento o se descubre con la llegada al mundo de la persona, por otra parte, se la cataloga como hipotiroidismo congénito (que, a su vez, puede subdividirse en los grupos de hipotiroidismo congénito primario permanente, hipotiroidismo congénito primario transitorio y de hipotiroidismo congénito central), de lo contrario será un hipotiroidismo adquirido (por lo general se debe a una tiroiditis o a una deficiencia de yodo en el organismo por una alimentación inadecuada).
Asimismo, es importante tener presente que su gravedad permite diferenciar al hipotiroidismo subclínico (el más común, con hormonas tiroideas libres que se conservan dentro de un rango normal y niveles elevados de TSH) frente al hipotiroidismo manifiesto o clínico (donde se advierte una elevada TSH y una concentración baja de T4 libre en suero).