A nivel general, todo aquello que se desarrolla de manera excesiva se describe como una hipertrofia. Por eso cuando se incrementa de manera descomunal el volumen de un determinado órgano, los médicos y los expertos en Biología aluden a este término.
Al informarnos sobre el tema descubrimos que existen varias clases de hipertrofia. De tener en cuenta su duración podemos distinguir entre hipertrofias agudas o transitorias (no se prolonga demasiado y surge por una hinchazón muscular tras un entrenamiento) e hipertrofias crónicas (que pueden ser de carácter miofibrilar o sarcoplásmica).
El origen de este cuadro, asimismo, permite diferenciar entre hipertrofias patológicas e hipertrofias fisiológicas, mientras que la zona u órgano afectado da lugar a muchas otras categorías.
La enfermedad conocida como hipertrofia cardíaca o ventricular, por ejemplo, se basa en el incremento del grosor del miocardio. El caso más común en este marco es la hipertrofia ventricular izquierda (por lo general, por insuficiencia valvular, hipertensión arterial y cardiopatías congénitas, entre otras causas), aunque no hay que descartar la posibilidad de que haya pacientes con hipertrofia ventricular derecha como consecuencia de múltiples patologías.
La hipertrofia facial, por su parte, afecta la zona de las mejillas y, según su gravedad, puede clasificarse como leve, moderada o severa, mientras que la hipertrofia muscular puede segmentarse en función de sus particularidades en las categorías de hipertrofia muscular patológica, hipertrofia muscular fisiológica y de hipertrofia muscular por el uso de esteroides.
La hipertrofia de bazo, la hipertrofia virginal de los senos y la hipertrofia adenoidea son otras categorizaciones que dan cuenta de otras posibilidades a tener en cuenta al hacer foco en las hipertrofias.