Muchos elementos conocidos a nivel general poseen hélices como parte de sus estructuras. Esta palabra, además, se aprovecha en Geometría para identificar a una curva espacial que se traza en la superficie de un cono o cilindro generando un ángulo de carácter constante con sus generatrices (hay en este marco hélices singulares como la hélice cónica, la hélice esférica y la hélice circular) y, en Anatomía, para describir a una parte de las orejas de los seres humanos. En Biología, en tanto, la idea de doble hélice alude a una estructura de la molécula del ADN formada por un par de hebras helicoidales. Y en materia histórica, resulta interesante señalar que Hélice fue el nombre de una antigua ciudad de Grecia.
De centrar la atención en las proteínas, por otra parte, ganarán relevancia la hélice-bucle-hélice básica, la hélice 310, la hélice pi y la hélice alfa, por señalar algunos casos puntuales.
Tras repasar sus aplicaciones generales, es enriquecedor hacer foco en las hélices entendidas como dispositivos mecánicos. Los molinos de agua y viento, según establece la teoría, fueron los primeros elementos en presentar hélices. Con el paso del tiempo, comenzaron a verse hélices en aviones, buques, helicópteros, lanchas, drones, secadores de cabello, ventiladores, etc. Hay muchas variedades, que se diferencian entre sí por la cantidad de palas o aspas (hay hélices de dos y otras que tienen más), por los materiales de fabricación (acero inoxidable, aluminio, etc) y sus tamaños, por ofrecer otros datos que invitan a saber más sobre las hélices.