Las fichas o documentos que se archivan y se consultan cada cierto tiempo por numerosas razones se conservan en ficheros. Antes del uso masivo de la tecnología, se definía con este término a una serie de cajones o armarios en los cuales se almacenaban las fichas pero, con el paso del tiempo, este concepto fue abordado desde la Informática, ámbito en el cual se lo aprovecha para hacer alusión al grupo de bits que se almacenan en un dispositivo o soporte común.

En la actualidad, por lo tanto, es posible distinguir numerosas clases de ficheros. A grandes rasgos, se puede diferenciar entre ficheros físicos y ficheros virtuales. Entre los primeros se pueden encontrar ficheros antiguos con diferente cantidad de cajones y fabricados en materiales como madera, metal o plástico. Allí se conserva información, por ejemplo, de pacientes que se atienden con un médico determinado, de personas que realizan trámites personales para tener un historial de modificaciones y datos actualizados, etc.

Focalizados en la cuestión informática, en cambio, aparecen como opciones a tener en cuenta los ficheros de texto (permiten salvar datos que son procesados por uno o más programas para evitar ingresarlos de manera frecuente), los ficheros de dispositivos (archivos especiales que se utilizan en la mayoría de los sistemas operativos), los ficheros de inclusión (archivo de código fuente que es incluido de modo automático al procesar otro archivo fuente), los ficheros binarios (como lo es cada archivo ejecutable que contiene un programa, por ejemplo) y los ficheros de intercambio (logrado a partir de un fichero en blanco nucleado dentro de un sistema de ficheros), por detallar algunas alternativas a modo de referencia.