Si bien a nivel general el concepto de dolo se asocia a una simulación, fraude o engaño, para entender por completo el significado y campo de aplicación de esta noción es fundamental tener conocimientos sobre Derecho: es la única manera de saber cómo puede clasificarse el dolo de acuerdo a las circunstancias y motivaciones del autor de cada delito o hecho analizado.

Cuando se advierte cautela en la defensa de derechos propios, por señalar un caso puntual, suele hacerse alusión al dolo bueno, mientras que ante una estrategia que atenta contra el derecho justo de un tercero se habla de dolo malo.

El dolo eventual, en tanto, es el que se produce cuando un sujeto no tiene intenciones directas de cometer un delito pero, aún así, termina cometiéndolo sabiendo que la acción que llevaba a cabo podía derivar en una infracción o acto por fuera de la ley.

De profundizar en los alcances de este vocablo, podremos identificar además al dolo directo de primer y segundo grado. En el primero de los casos señalados, quien comete el delito pretendía concretarlo y por eso estableció pasos que garantizaran su objetivo (Una persona quiere matar a otra entonces, a corta distancia, le dispara directo a la cabeza y se asegura haber cumplido su objetivo para evitar que la víctima quede con vida). La otra posibilidad, también llamada como dolo indirecto, engloba casos donde hay un resultado no buscado de manera directa pero que es consecuencia forzosa de la acción principal premeditada y segura (Un terrorista coloca una bomba en la vía pública para provocar la muerte de personas de una cierta religión, pero además de matar gente inocente causa daños materiales por la destrucción edilicia).