Con un conocimiento básico sobre cuestiones matemáticas uno puede establecer que el dividendo es la parte que se divide por otra. Al concretar la división en cuestión aparece en esta operación aritmética no solo el dividendo (un número), sino también el divisor (otro número) y, a modo de resultado, una cifra que funciona como cociente.

Este término, además, puede abordarse desde la Política para comprender en qué consiste la propuesta conocida como “dividendo de ciudadanía”, o bien tener una interpretación económica.

Si relacionamos el concepto a los accionistas de una empresa, encontraremos que el dividendo es la porción del beneficio que se divide entre los accionistas que forman parte de una determinada sociedad. El dividendo, en este marco, puede ser activo o pasivo.

Se describe como dividendo activo a la cuota que, cuando en una firma se distribuyen las ganancias, equivale a cada una de las acciones. El dividendo pasivo, en cambio, es el crédito que la sociedad mercantil despliega frente a cada socio en función de la porción de capital social que se ha comprometido a desembolsar.

Hay, de igual modo, dividendos causados, dividendos exigibles, dividendos privilegiados, dividendos pendientes y dividendos preferenciales, así como dividendos fijos y dividendos adicionales, por detallar otras clasificaciones a modo orientativo.

Más allá de las diferentes aplicaciones prácticas detalladas líneas arriba, resulta interesante tener presente que la noción también permite aludir al dividendo digital (expresión que identifica a un procedimiento que permite reducir el espectro radioeléctrico de la televisión y asignarlo a servicios pagos de comunicaciones móviles).