Muchos de nosotros, alguna vez, hemos jugado a ser detectives para, en ese rol, develar un misterio o investigar una cierta cuestión. También, al leer relatos o ver películas y series, nos hemos entretenido con las vivencias de detectives de ficción como Sherlock Holmes (personaje inglés creado por el autor escocés Arthur Conan Doyle) o Hércules Poirot (detective belga que creó la novelista Agatha Christie).

En la vida real, hay quienes por diferentes razones contratan detectives privados para, por ejemplo, comprobar si, tal como cree quien contrata el servicio, su marido tiene una doble vida o dar con el paradero de un familiar al cual se le ha perdido el rastro. En este marco, el detective privado, con cautela y pasando lo más desapercibido posible, sigue al individuo y está atento a sus movimientos para recolectar pruebas y encontrar evidencias que permitan arribar a una conclusión. Según el área de trabajo, también es posible contratar detectives especializados en investigaciones informáticas.

Dentro de la fuerza policial, asimismo, existen detectives que integran el grupo de los investigadores que buscan indicios, analizan hechos y personas y recolectan evidencias en lugares específicos para esclarecer, por ejemplo, un crimen. En este ámbito se puede distinguir entre detectives del área cibernética (para delitos que involucren a Internet o al uso de ordenadores), detectives del área de homicidios (tienen la responsabilidad de participar en investigaciones enfocadas a aclarar crímenes o intentos de asesinato), detectives del área de narcóticos (vinculados a investigaciones de narcotráfico, comercialización de sustancias prohibidas, etc) y detectives de casos abiertos, por indicar algunas posibilidades a modo de referencia.