En los tiempos que corren, con mucha tecnología a disposición de cualquiera y un uso masivo de las redes sociales, hay que cuidarse y tomar precauciones para que la experiencia en Internet no sea dañina ni tenga consecuencias indeseadas para nosotros o nuestras familias.
No es cuestión de privarnos o privar a los menores de edad de navegar por la Web pero sí es fundamental informarnos y actuar cuando, por ejemplo, hay evidencias de delitos (una estafa, por ejemplo) o de alguien que realiza cyberbullying (definido en español como ciberacoso).
El cyberbullying es una modalidad moderna de acoso (bullying) que no se realiza cara a cara sino detrás de un equipo informático. Esta actividad puede llegar a ser un delito penal (hay legislaciones que abarcan a los delitos informáticos y castigan el delito contra la intimidad, contra el honor, etc) y es de vital importancia involucrarse cuando ocurre esto para defender a la víctima y ponerla a salvo. Las ya mencionadas redes sociales, el correo electrónico, la mensajería instantánea y los blogs pueden ser vías utilizadas para hacer cyberbullying.
A nivel general, pueden reconocerse grandes estilos de ciberacoso, entre los que aparecen los que se generan entre personas mayores de edad (un acoso virtual con diferentes fines pero donde no intervienen niños ni adolescentes) y los que involucran a menores.
El bullying escolar puede trasladarse a Internet y entonces convertirse en un acoso cibernético donde se agrede, burla, hostiga y presiona a un estudiante de modo virtual, así como pueden darse casos de acoso sexual virtual cuando se persigue a alguien con amenazas y hostigamientos que vulneran la intimidad. Cuando se detecta un constante seguimiento de la víctima de manera online, entonces se hace alusión al ciberacecho.