La habilidad artística para desarrollar un baile o danza y coordinar los movimientos entre todos los bailarines da como resultado una coreografía. Quienes se especializan en el armado de coreografías (que pueden constituir un espectáculo en sí mismo o enriquecer a una parte específica de una obra) reciben la denominación de coreógrafos.

De acuerdo al espacio utilizado para el despliegue escénico, la cantidad de artistas involucrados, los movimientos realizados y los elementos que se incorporan, o no, a la producción artística se podrá hacer alusión a diferentes clases de coreografías.

A grandes rasgos, es posible distinguir sin necesidad de ser especialista en el tema a las coreografías monólogas (donde un único artista acapara la atención al bailar guiado por un hilo conductor que le aporte coherencia y armonía a sus movimientos) y a las coreografías grupales (las más comunes, integradas por al menos seis individuos que respetan una estructura estética y un orden para bailar).

Más allá de estas dos variantes, existe la posibilidad de llevar a cabo una coreografía expresiva (basada en expresiones de carácter interjectivo), una coreografía principal (donde se destaca un protagonista pero también aparecen en escena otros artistas), una coreografía distributiva (donde se reparten los movimientos entre los bailarines para mostrar integración artística pero que, a la vez, haya técnicas diferentes), una coreografía simétrica (en la cual las ubicaciones y desplazamientos respetan una simetría), una coreografía asimétrica (aquellas que no se guían por los órdenes simétricos), una coreografía folclórica (la más común en los entornos rurales y festividades tradicionales) o una coreografía histórica, por proponer otras alternativas.