Varias son las interpretaciones aceptadas oficialmente para el concepto de cobre. Por un lado, se relaciona al acto de cobrar (“Le dije que cobre por ventanilla”, “Estoy agradecida por el hecho de que no me cobre la consulta cada vez que llevo un perro de la calle”); por otro identifica a un elemento químico de tonalidad rojiza que abunda en la corteza terrestre y que se aprovecha, por ejemplo, para la fabricación de cables telefónicos y/o eléctricos además de ser útil en el desarrollo de piezas de motores de vehículos. Asimismo, hay quienes definen como cobre al atado de un par de pesca de cecial. Además, es interesante tener presente que existe en Estados Unidos un pueblo bautizado como Cobre mientras que en el estado venezolano de Táchira se localiza una antigua región conocida como San Bartolomé de El Cobre.

Las variedades al respecto contemplan categorías como la del cobre verde (también conocido como malaquita, un mineral verdoso a base de carbonato de cobre) y la del cobre quemado (expresión que alude al sulfato de cobre). El cobre puro, por su parte, se caracteriza por tener poca dureza y un límite elástico bajo, propiedades que lo vuelven ideal para el desarrollo de cables de electricidad.

Las aleaciones, en cambio, permiten conseguir productos como latón (formado a partir de la combinación cinc, cobre y otros metales), bronce (cobre y estaño), alpaca (cinc, níquel y cobre) y manganina (manganeso, níquel y cobre), por señalar algunos a modo de referencia que tienen múltiples aplicaciones prácticas.