El concepto de cimiento refiere, a nivel general, al inicio o raíz de una determinada cosa. En el campo de la construcción, el vocablo alude a la porción de estructura edilicia que se encuentra debajo de la superficie para soportar todo el peso del edificio y garantizar su estabilidad.

Cuando buscamos referencias acerca de este proceso fundamental para llevar adelante la construcción de una propiedad fuerte, segura y resistente descubrimos que existen diferentes alternativas en materia de cimientos.

En líneas generales, se pueden resaltar dos categorías comunes a nivel mundial: la de los cimientos profundos y la de los cimientos superficiales. Los primeros requieren una extensión considerable debajo del terreno donde se hará la obra, mientras que los superficiales se localizan a una distancia corta respecto a la base de la edificación y se emplean para construcciones livianas. Como una posibilidad intermedia entre ambas, se ubican los cimientos semiprofundos, que se consiguen a través de micropilotes, arcos de ladrillo sobre mampostería u hormigón y pozos de cimentación.

Como apoyo para el inmueble, se utilizan cimientos de piedra que tienen la capacidad de tolerar y resistir la carga completa de una propiedad distribuyendo los esfuerzos y pesos. Las opciones a considerar al momento de realizar la cimentación abarcan también a los cimientos de mampostería, a los llamados cimientos ciclópeos, a los cimientos de losa continua y a los cimientos de zapatas rígidas, entre otras donde también adquieren relevancia los cimientos tipo celdas, los cimientos de soporte, los cimientos de muros y los cimientos tipo bloque.