Para establecer el nivel de presión atmosférica se emplea un instrumento que se conoce con el nombre de barómetro. Esta palabra, además, se menciona en diversos ámbitos y situaciones para aludir a medidas o índices de ciertos estados o procesos (“Las nuevas propuestas gastronómicas constituyen un barómetro de la evolución del consumidor medio”, por ejemplo).
Al analizar la variedad existente, descubrimos barómetros de diferentes características. Hay barómetros metálicos (también conocidos como aneroides, que ven alterado su formato cuando se registra una variación de presión), barómetros de mercurio (basados en un par de recipientes o tubos conectados entre sí que permiten determinar la presión de la atmósfera a partir de una diferencia de niveles de mercurio) y barómetros registradores (los cuales inscriben en un cilindro giratorio, de manera automática, la variación registrada en cada medición).
En el campo de la aviación, por otra parte, se utilizan altímetros barométricos para poder realizar mediciones con la escala de pies o metros.
El barómetro de Fortin, por su parte, es un dispositivo de latón con ranuras que permiten observar la cantidad de mercurio que marca según las condiciones de presión.
Distinto es el caso de los llamados “barómetros de opinión” ya que, en este caso, no es un objeto sino un recurso de implementación anual, mensual o periódica que se estructura en forma de encuesta. A partir de estas averiguaciones recolectadas de modo aleatorio se pueden determinar escalas para medir la opinión de la gente respecto a cuestiones políticas, ecológicas o de relevancia social, por indicar algunas posibilidades.