Cuando alguien alucina (tiene desvarios, confusiones) o dice sentir o percibir algo subjetivo que no se acompaña con los sentidos, se habla de alucinación. En otras palabras, puede presentarse a las alucinaciones como sensaciones o percepciones que dicen tenerse realmente aunque no haya estímulos físicos o evidencias externas.
Si bien hay una tendencia generalizada a asociar las alucinaciones con el consumo de drogas, es necesario saber que existen numerosas patologías neurológicas y psiquiátricas en las cuales se contempla el surgimiento de alucinaciones.
Hay personas, por ejemplo, que padecen alucinaciones hipnogógicas, tal como se define a la situación de compromiso visual, táctil o auditivo que se desencadena en la etapa previa a conciliar el sueño. Según los expertos, son relativamente frecuentes en niños y adolescentes.
Las alucinaciones hipnopómpicas, por su parte, se manifiestan en momentos en los cuales el individuo comienza a despertarse. Se las considera parte del cuadro conocido como alucinación hípnica.
Más allá de las mencionadas en los párrafos anteriores, la ciencia reconoce también la existencia de alucinaciones acústicas (pueden desarrollarse a partir de episodios traumáticos o tras perder la audición por completo, por ejemplo), alucinaciones visuales (pueden aparecer en adictos a diversas clases de estupefacientes o en pacientes con demencia), alucinaciones gustativas, alucinaciones táctiles (comunes en personas que consumen drogas) y alucinaciones olfativas (cuadros enmarcados en la categoría de alucinación sensorial, donde como desencadenantes aparecen virus, tumores, traumas), así como las de las alucionaciones termoceptivas, las alucinaciones somáticas generales y las alucinaciones equilibrioceptivas, por puntualizar otras a modo de referencia.