Se conoce como agentes patógenos a los microorganismos y elementos que, conjugados con otros factores, pueden ser desencadenantes de una enfermedad. Los agentes patógenos, dicen los expertos que los estudian y buscan las formas de combatirlos, no son de un único tipo ni presentan un perfil universal. Por esa razón, es interesante, al menos con fines informativos, conocer sus fuentes y las particularidades de cada clasificación.

Gran parte de los agentes patógenos, por ejemplo, pueden catalogarse como biológicos. En este conjunto se nuclean los virus, los hongos y las bacterias, entre otros organismos que suelen llegar hasta células vivas y generan patologías como el sarampión, la rabia, el HIV, el paludismo, etc.

Los agentes patógenos físicos, en cambio, son cuestiones relacionadas al entorno que influyen en el desarrollo de una cierta dolencia. La exposición prolongada a ruidos de gran intensidad, al frío extremo, a elevados niveles de humedad y el contacto con elementos radiactivos, por ejemplo, son agentes físicos que pueden generar diferentes problemas de salud (sordera, fatiga nerviosa, enfermedades digestivas, quemaduras, cáncer, insolación, etc).

Otros agentes patógenos son de origen químico. En este caso, se puede diferenciar entre agentes exógenos (aquellos que surgen por fuera del organismo y que ingresan a él por inhalación o por acción de alguno de los sentidos) y agentes endógenos (aquellos que nacen en el interior del cuerpo por trastornos metabólicos, por indicar una posibilidad).

Por último, se pueden mencionar los agentes patógenos mecánicos, que aparecen a partir de una agresión con un material punzante o con poder destructivo (un arma de fuego, por ejemplo) o como consecuencia de un accidente (un choque puede generar lesiones y daños en cualquier parte del organismo).